RIBAO PEREIRA, Montserrat, “Cantando con primor trova que inspirado inventa”. La puesta en escena de Don Álvaro de Luna, de Antonio Gil y Zárate (1840)», en Santiago Díaz-Lage y Javier López-Quintáns, eds., Et amicitia et magisterio, Santander, Real Sociedad Menéndez Pelayo (en prensa).
Con los precedentes de Don Álvaro de Luna, condestable de Castilla, de José María Bonilla (1838) y Los cortesanos de don Juan II, de Jerónimo Morán (1839), Gil y Zárate da forma escénica, desde el suyo propio, al tiempo convulso de Don Álvaro de Luna, para poner de manifiesto (y denunciar) el caos en que deriva el desgobierno, la ambición personal y la debilidad de los reyes inoperantes.
Sin embargo, las dificultades económicas por que atraviesa la empresa de teatros madrileña no permiten, en la temporada 39-40, ni un elenco extenso ni decorados originales que reproduzcan el esplendor medieval de las puestas en escena de temporadas anteriores. En contrapartida, Gil y Zárate consigue articular una serie de procedimientos escénicos -a los que prestamos atención en este trabajo-, fundamentalmente relacionados con el movimiento, que convenientemente rentabilizados conferirán a la trama el colorido de una producción lo suficientemente atractiva como para alcanzar trece representaciones en un solo mes, ocho de ellas consecutivas.
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